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El hombre mediocre

y detestar lo miserable. En el primer capítulo de los Caracteres parece referirse á ellos La Bruyère, en un párrafo copiado por Hello: «Pueden llegar á sentir la belleza de un manuscrito que se les lee, pero no osan declararse en su favor hasta que hayan visto su curso en el mundo y escuchado la opinión de los presuntos competentes; no arriesgan su voto, quieren ser llevados por la multitud. Entonces dicen que han sido los primeros en aprobar la obra y cacarean que el público es de su opinión.» Temerosos de juzgar por sí mismos, se consideran obligados á dudar de los jóvenes; ello no les impide, después de su triunfo, decir que fueron sus descubridores. Entonces prodíganles juramentos de esclavitud, que llaman palabras de estímulo: son el homenaje de su pavor inconfesable. Su protección á toda superioridad ya irresistible, es un anticipo usurario sobre la gloria segura: prefieren tenerla propicia á sentirla hostil.

Hacen mal por imprevisión ó por inconsciencia, como los niños que matan gorriones á pedradas. Traicionan por descuido. Comprometen por distracción. Son incapaces de guardar un secreto; confiárselo equivale á ocultar un tesoro en caja de vidrio. Si la vanidad no les tienta, suelen atravesar la penumbra sin herir ni ser heridos, llevando á cuestas cierto optimismo de Pangloss. Á fuerza de paciencia pueden adquirir alguna aptitud parcial, como esos autómatas perfeccionados que honran á la juguetería moderna: podría concedérseles una especie de talento sin talento, quisicosa del