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El juguete rabioso

—¿Te has regenerado entonces?

—Parece.

—Muy bien; otro medio, mozo... otros dos medios quería decir, disculpá, ché.

—¿Y que tal es ese trabajo de investigaciones?

—No me preguntés ché Silvio, son secretos profesionales; pero hablando de bueyes perdidos, ¿te acordás de Enrique?

—¿Enrique Irzubeta?

—Si.

—De Irzubeta sólo sé que después que nos separamos, ¿te acordás...?

—Como no me voy a acordar.

—Después que nos separamos supe que Grenuillet los pudo desalojar y que se fueron a vivir a Villa del Parque, pero a Enrique no lo ví más.

—Cierto; Enrique se fué a trabajar a una agencia de autos en el Azul.

—¿Y ahora sabés donde está?

—Estará en el Azul, qué embromar.

—No, no está en el Azul, está en la cárcel...

—¿En la cárcel?

—Como yo estoy acá, él está en la cárcel.

—¿Que hizo?

—Nada ché, la struggle for life... la lucha por la vida quiere decir, es un término que le aprendí a un gallego panadero que le gustaba fabricar explosivos, ¿vos no fabricas explosivos? no te enojés, como eras tan aficionado a las bombas de dinamita...

Irritado de sus preguntas insidiosas le miré con fijeza.

—¿Estás por meterme preso?

—No, hombre, ¿por qué? ¿no se te puede dar una broma?

—Es que parece que querés sonsacarme algo.

—Pucha... que rico tipo sos, ¿no te regenerastes ya?