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Roberto Arlt

—Bueno, ¿qué decías de Enrique?

—Te voy a contar: una hazaña gloriosa entre nosotros, una cosa notable.

Resulta, ahora no me acuerdo si era en la agencia del Chevrolet o del Buick, donde Enrique estaba de empleado, que le tenían confianza... bueno, para engatusar siempre fué maestro ése. El trabajaba en el escritorio, no sé como, el caso es que del talonario de cheques robó uno y lo falsificó en seguida por cinco mil novecientos cincuenta y tres pesos. ¡Lo que son las cosas!

La mañana que piensa ir a cobrarlo, el dueño de la agencia le da dos mil cien pesos para depositar en el mismo banco. Este loco se embolsa la plata, va al garage de la agencia, saca un auto, y tranquilamente se presenta al Banco, presenta el cheque, y ahora es lo raro, en el Banco le pagaron el cheque falsificado.

—¡Lo pagaron!

—Es increíble, ¡que falsificación sería! Bueno, él siempre tuvo aptitudes. ¿Te acordás cuando falsificó la bandera de Nicaragua?

—Sí, desde chico sirvió... pero seguí.

—Bueno, le pagaron... ahora andá a saber si Enrique estaba nervioso: sale con el coche, a dos cuadras del mercado en un cruce, se lleva por delante un sulky... y tuvo suerte, la vara lo único que hizo fué romperle un brazo, si lo agarra un poco más al medio le atraviesa el pecho.

Quedó desmayado. Lo llevan a un sanatorio, dá la casualidad que el dueño de la agencia supo en seguida el accidente, y se fué al sanatorio como gato al bofe. El hombre le pide al médico las ropas de Enrique porque debía haber dinero o una boleta de depósito... date cuenta la sorpresa del tipo... en vez de sacar una boleta le encuentra ocho mil cincuenta y tres pesos. En eso Enrique reacciona, le pregunta de donde son esos miles, y no supo que contestar; van al Banco y allí en seguida se enteraron de todo.