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gido molinero, llegó a su casa á la hora debida, á descansar de las nobles tarcas de su oficio, para seguir mañana amparando la honra y la vida de los ciudadanos, la santidad del hogar y el recato de las mujeres, impidiendo de este modo que nadic pueda entrar disfrazado de corregidor ni de ninguna otra cosa en la alcoba de la mujer ajena; que nadie pueda sorprender á la virtud en su descuidado reposo; que nadie pueda abusar de su casto sueño...

Merceditas! ¿Qué es lo que profieres?

—silbó el corregidor con labios y encías. ¡Si es verdad que ha pasado eso en mi casa, diré que eres una pícara, una pérfida, una licenciosa!

¿Con quién habla este hombre?—prorumpió la corregidora desdeñosamente, y pasando la vista por todos los circunstantes. ¿Quién es este loco? ¿Quién es este ébrio? ¡Ni siquiera puedo ya creer que sea un honrado molinero como el tio Lúcas, á de que viste su traje de villano!—Señor Juan Lopez, créame V.—continuó, enpesar