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Es verdad que me detuve... Continúa.

—En esto rebuznó tu borrica...

Justamente! Ah, qué feliz soy! ¡Habla, habla, que cada palabra tuya vuelve un año de vida!

me de—Y á aquel rebuzno le contestó otro en el camino...

—Oh! sí... sí... ¡Bendita seas! ¡Me parece estarlo oyendo!

—Eran Liviana y Piñona, que se habian reconocido y se saludaban como buenas amigas, mientras que nosotros dos ni nos saludamos ni nos reconocimos...

¡No me digas más!... ¡No me digas más!...

—Tan no nos reconocimos—continuó la señá Frasquita, que los dos nos asustamos y salimos huyendo en direcciones contrarias... ¡Conque ya ves que yo no estaba en el molino! Si quieres saber ahora por qué encontraste al señor corregidor en nuestra cama, tienta esas ropas que llevas puestas, y que todavía estarán húmedas, y te lo dirán mejor que yo. ¡Su señoría se