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colchones y las ropas de nuestra cama, y ponerla toda de nuevo.—Yo no me acuesto donde ha sudado aquel bicho venenoso!

—No me lo nombres, Lúcas!—replicó la señá Frasquita.—Mejor es que hablemos de otra cosa. Tengo que pedirte un segundo favor...

—Habla.

—El verano que viene vas á llevarme á tomar los baños del Solan de Cabras.

—¿Para qué?

—Para ver si tenemos hijos.

¡Felicisima idea! Te llevaré, si Dios nos da vida.

Y con esto llegaron al molino, á punto que el sol, sin haber salido todavía, doraba ya las cúspides de las montañas.

A la tarde, con gran sorpresa de los esposos, que no esperaban nucvas visitas de altes personajes despues de un escándalo como el de la precedente noche, concurrió al molino más señorío que nunca. El venerable