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—¿Y por qué serias entónces otro?

—Porque yo soy ahora un hombre que cree en tí como en sí mismo, y que no tiene más vida que esta creencia. De consiguiente, al dejar de creer en tí, me moriria, ó me convertiria en un nuevo hombre; viviria de otro modo; me pareceria que acababa de nacer; tendria otros sentimientos. Ignoro, pues, lo que aquel segundo yo haria entónces contigo. Puede que se echara á reir y te volviera la espalda. Puede que ni siquiera te conociese. Puede que... Pero ¡vaya un gusto que tenemos en ponernos de mal humor sin necesidad! ¿Qué nos importa á nosotros que te quieran todos los corregidores del mundo? ¿No eres tú mi Frasquita?

—Si, pedazo de bárbaro,—contestó la navarra, riendo á más no poder: —yo soy tu Frasquita, y tú eres mi Lúcas de mi alma, más feo que el bú, con más talento que todos los hombres, más bueno que el pan y más querido... ¡Ah, lo que es eso de querido, cuando bajes de la parra lo verás! ¡Prepárate á llevar más bofetadas y pellizcos que pelos