genio, que es muy celosa, y que V. le tiembla más. á una vara verde...que: 00 ¡No tanto, mujer!...—repitió D. Eugenio de Zúñiga y Ponce de Leon, poniéndose colorado. Ni tanto ni tan poco! La corregidora tiene sus manías, es cierto...
Pero de ello á hacerme temblar hay mucha diferencia. ¡Yo soy cl corregidor!...
—Pero, en fin, la quicre V. ó no la quiere?
—Te diré... Yo la quiero mucho... ó por mejor decir, la queria antes de conocerte.
Pero desde que te ví, no sé lo que me pasa, y ella misma conoce que me pasa algo.
Bástele saber que hoy, para mí, tomarle la cara á mi mujer me hace la misma operacion que si me la tomara á mí propio... Ya ves que no puedo quererla más, ni sentir ménos... ¡Mientras que por coger esa mano, ese brazo, esa cara, esa cintura... daria que no tengo!
lo Y hablando así el corregidor, trató de apoderarse del brazo desnudo que la señá Frasquita le estaba refregando material-