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—¿Entonces, Jacobo ?...

Bella prorrumpió en una risita seca y, esta vez, despreciativa.

—Jacobo? Puedes estar tranquilo por ese lado. Le amo enteramente igual que en otro tiempo...

Gervasio, á su vez, respiró con satisfacción.

En este momento apareció un criado en la escalinata y anunció: —La señora está servida.

Piscop, convertido en galante, ofreció el brazo á su mujer, muy divertida, y entraron en la casa. La comida fué muy alegre... Piscop habló de numerosos proyectos é hizo nuevas promesas. Pero esta vez debía cumplirlas, y las cumplió.

De este modo, Jacobo, hasta en sus últimos días hacía la felicidad de Arabela.

VI

Aquella mañana corrió la noticia por la aldea, sin que se supiera su origen, de que el castillo de Reteuil y sus tierras estaban vendidos.

El nuevo propietario, un señor de París, un barón, según se decía, debía instalarse allí la semana siguiente, á principios de octubre.

á Formáronse grupos en la plaza de la iglesia, y comentaron el suceso. Los unos negaban sin saber por qué; los otros afirmaban con empeño, sin estar mejor enterados.

—Se hubiera sabido... Hay periódicos que anuncian las ventas.

—¿Los ha leído usted?