Página:En la paz de los campos (1909).pdf/315

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 311 —

ciones, de fatiga y, acaso, de inanición, Berta perdió el conocimiento y se desplomó con la cara en la hierba.

Cuando cesó todo ruido, se abrió una ventana del primer piso. Jacobo asomó la cabeza é investigó con una mirada las sombras del jardín y del camino. No vió nada y dijo en voz alta: —Se ha marchado.

La ventana se cerró silenciosamente como se había abierto. Dos minutos después sonó un tiro. El último de los Valroy—Reteuil se había alojado una bala en el pecho y no se había errado.

La detonación despertó á Berta de su desmayo; la mujer se puso en pie de un salto, levantó los brazos al cielo, aulló la muerte y la locura y echó á correr hacia las casas de los hombres para buscar socorros.

En su habitación de la infancia, Jacobo yacía en el suelo, trazando un ademán sin esperanza; la lámpara ardía en la mesa; por la puerta abierta se veía el corredor donde, treinta años antes, el conde Juan besó á Berta al pasar.

Aquella existencia estaba terminada; ninguna había sido jamás tan falsa y tan ficticia; nunca actor de comedia ó de drama había tenido que desempeñar un papel más complejo y más vacío bajo las apariencias.

Hacia las tres de la mañana, la lámpara se apagó.

La noticia de aquella muerte trágica fué acogida diversamente.

En Valroy, Gervasio fué el encargado de advertir á Arabela. El marido no cabía en sí de gozo; la muerte de un enemigo es siempre una fiesta.

Quería juzgar así una vez más los verdaderos sentimientos de aquella esposa enigmática á la que miraba á veces con desconfianza. La encontró cerca de