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Después, sondando su corazón y consultándose en un último movimiento de orgullo, se negó ese origen.

Se sentía Valroy y Reteuil de pies á cabeza, con sus virtudes y sus vicios, sus glorias y sus tachas. El joven saludó á los antepasados que se trataba de hacerle renegar.

Y para no matar á aquella herida en el corazón, no la desmintió y respondió simplemente: —Si es verdad, es una razón más para acabar... pues soy el personaje más inconsistente y con menos razón de ser del mundo; soy una mentira viviente.

Berta volvió á caer de rodillas en la arena mojada, murmurando: Esto es lo que he hecho!

Jacobo añadió: — Aunque así fuera, quién lo creería?

Y dijo todavía más bajo: —Además, ¿qué ventaja ?...

Y por fin: —¡Adiós, Berta!

— Soy tu madre!

rir.

Jacobo consintió por caridad, puesto que iba á mo—¡Adiós, madre!

Berta dió un grito que era á la vez de desesperación y de entusiasmo y le tendió los brazos.

Pero el joven se había ya metido en el castillo y Berta le oyó echar la llave y los cerrojos.

La noche había cerrado.

Berta atacó las puertas y las ventanas á puñetazos, llamando: — Jacobo! ¡ Jacobo!

i Nadie respondió.

Entonces, al pensar lo que pasaba detrás de aquellos muros, en aquella casa cerrada, agotada de emo-