Página:En las Orillas del Sar.djvu/123

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¡Transcurrió el tiempo! — inevitable era
Que transcurriese — y otro amante vino
A hacerse cauteloso su camino
Por donde el muerto amante ya lo hiciera.

VI

De pronto el corazón con ansia extrema,
Mezclada a un tiempo de placer y espanto,
Latió, mientras su labio murmuraba :
— ¡No, los muertos no vuelven de sus antros!... —

Él era y no era él, mas su recuerdo,
Dormido en lo profundo
Del alma, despertóse con violencia
Rencoroso y adusto.

— No soy yo, ¡pero soy! — murmuró el viento —,
Y vuelvo, amada mía,
Desde la eternidad para dejarte
Ver otra vez mi incrédula sonrisa.

— ¡Aun has de ser feliz! — te dije un tiempo,
Cuando me hallaba al borde de la tumba —.
Aun has de amar — ; y tú, con fiero enojo,
Me respondiste: — ¡Nunca!

— ¡Ah!, ¿del mudable corazón has visto
Los recónditos pliegues? —
Volví á decirte; y tú, llorando á mares,
Repetiste ; — Tú solo, y para siempre. —