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Página:Estudios literarios por Lord Macaulay - Biblioteca Clásica XI (1879).pdf/409

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La Grecia.

ostracismo es un ejemplo. Porque no es posible imaginar nada más odioso que la práctica de imponer castigo á un ciudadano, lisa, llana y francamente á causa de su reconocida superioridad. Tanto es así, que ninguna de las instituciones de Atenas ha excitado más frecuentes ni más justas y enérgicas censuras. Lacedemonia está limpia de esta mancha.

¿Por qué? Porque no habia menester de la ley del ostracismo, en razon á que la oligarquía lo reemplazaba; que, una forma de gobierno como la oligárquica lleva en sí misma el ostracismo, no temporal, sino permanente; no dudoso, sino cierto; y por tal manera las leyes de Esparta impedian el desarrollo del mérito en vez de atacarlo en la plenitud de su crecimiento, y sin cortar el árbol cuando hubiera llegado al desarrollo de su hermosura y de su fuerza, condenaban la tierra á eterna esterilidad. A pesar de la ley del ostracismo, Atenas produjo en ciento cincuenta años el mayor número de hombres públicos que hayan existido jamás. En cambio, ¿á quién hubiera podido aplicar Esparta el ostracismo? Solo dió el sér á cuatro varones eminentes: Brasidas, Gylipo, Lysandro y Agesilao, y ninguno de ellos pudo hacerse célebre en Esparta, sino fuera de ella, lejos de su aristocracia, cuyo maléfico influjo acababa con cuanto el país producia de bueno y elevado, de tal modo que solo despues de haber renunciado á su nacionalidad es cuando consiguieron ilustrarse.

Brasidas, en las ciudades de la Tracia, llegó á ser, en toda la extension de la palabra, un jefe democrático, et ministro y el general favorito del pueblo, y lo propio puede tambien decirse de Gylipo en Siracusa. Lisandro en el Helesponto y Agesilao en Asia, lograron escapar por algun tiempo á los vejá-