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Domingo F. Sarmiento

netrar en ella. Desde los tiempos de la Presidencia los decretos de la autoridad civil encontraban una barrera impenetrable en los arrabales exteriores de la ciudad.

Dorrego había empleado como instrumento de oposición esta resistencia exterior, y cuando su partido triunfó, condecoró al aliado de extramuros con el dictado de «Comandante General de Campaña». ¿Qué lógica de hierro es ésta, que hace escalón indispensable para un caudillo, su elevación á comandante de campaña? Donde no existe este andamio, como sucedía entonces en Buenos Aires, se levanta exprofeso, como si se quisiese antes de meter el lobo en el redil, exponerlo á las miradas de todos y elevarlo en los escudos.

DOMINGO F. SARMIENTO Dorrego, más tarde, encontró que el «Comandante de Campaña», que había estado haciendo bambolear la Presidencia y tan poderosamente había contribuído á derrocarla, era una palanca aplicada constantemente al gobierno, y que, caído Rivadavia y puesto en su lugar Dorrego, la palanca continuaba su trabajo de desquiciamiento.

Dorrego y Rosas están en presencia el uno del otro, observándose y amenazándose. Todos los del circulo de Dorrego recuerdan su frase favorita; el gaucho» picaro!» «Que siga enredando, decía, y el día menos pensado lo fusilo». ¡Así decían también los Ocampo cuando sentian sobre su hombro la robusta garra de Quiroga!

Indiferente para los pueblos del interior, débil con su elemento federal de la ciudad», y en lucha ya con el poder de la campaña que había llamado en su auxilio, Dorrego que ha llegado al gobierno por la oposición parlamentaria y la polémica, trata de atraerse á los unitarios, á quienes ha vencido. Pero los partidos no tienen ni caridad ni previsión. Los unitarios se le ríen en las barbas, se complotan, y se pasan la palabra: «Vacila, dicen, dejémoslo caer». Los unitarios no comprendían que con Dorrego venían replegándose la ciudad» los que habían querido hacerse intermediarios entre ellos y la campana, y que el monstruo de que hufan no buscaba á Dorrego, sino á la «ciudad», á las instituciones civiles, á ellos mismos, que eran su más alta expresión.

En este estado de cosas, concluída la paz con el Brasil, desembarca la primera división del ejército mandada por Lavalle. Dorrego conocía el espíritu de los veteranos de la Independencia, que se veían cubiertos de heridas,