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Facundo

cededle que escoja el terreno en que ha de dar la batalla, y podéis fiarle entonces la suerte de la República. Es el espíritu guerrero de la Europa hasta en el arma en que ha servido, es artillero y por tanto matemático, científico, calculador. Una batalla es un problema que resolverá por ecuaciones, hasta daros la incógnita, que es la victoria.

El general Paz no es un genio, como el artillero de Tolón, y me alegro de que no lo sea; la libertad pocas veces tiene mucho que agradecer á los genios. Es un militar hábil y un administrador honrado, que ha sabido conservar las tradiciones europeas y civiles, y que espera de la ciencia lo que otros aguardan de la fuerza brutal; es, en una palabra, el representante legítimo de las ciudades», de la civilización uropea, que estamos amenazados de ver interrumpida en nuestra patria. ¡Pobre general Paz! ¡Gloriate en medio de tus repetidos contratiempos! ¡Contigo andan los Penates de la República Argentina! Todavía el destino no ha decidido entre tú y Rosas, entre la ciudad»» y la pampa, entre la banda celeste, y la cinta «colorada!» ¡Tenéis la única cualidad de espíritu que vence al fin la resistencia de la materia bruta, la que hizo el poder de los mártires! Tenéis fe. ¡Nunca habéis dudado! ¡La fe os salvará y en ti la civilización!

FACUNDO Algo debe haber de predestinado en este hombre. Desprendido del seno de una revolución mal aconsejada como la del 1.° de diciembre, él es el único que sabe justificarla con la victoria; arrebatado de la cabeza de su ejército por el poder sublime del gaucho, anda de prisión en prisión diez años, y Rosas mismo no se atreve á matarlo, como si un ángel tutelar velara sobre la conservación de sus días. Escapado como por milagro en medio de una ncche tempestuosa, las olas agitadas del Plata le dejan al fin tocar la ribera oriental; rechazada aquí, desairado allá, le entregan al fin las fuerzas extenuadas de una provin cia que ha visto sucumbir ya dos ejércitos. De estas migajas que recoge con paciencia y prolijidad, forma sus medios de resistencia, y cuando los ejércitos de Rosas han triunfado por todas partes y llevado el terror y la matanza á todos los confines de la República, el general manco, el general boleado, grita desde los pantanos de Caguazú; ¡la República vive aún! Despojado de los laureles por la ma-