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Domingo F. Sarmiento

un brazo al niño, lo liende en el suelo, y lo degüella, á pesar de su gemidos de niño que se ve amenazado de un peligro.

Este último gemido del niño es, sin embargo, el único suplicio que martiriza á Santos Pérez. Después, huyendo de las partidas que lo persiguen, oculto en las breñas de las rocas ó en los bosques, enmarañados, el viento le trae al oído el gemido lastimero del niño. Si á la vacilante luz de las estrellas se aventura á salir de su guarida, sus miradas inquietas se hunden en la obscuridad de los árboles sombríos para cerciorarse que no se divisa en ninguna parle el bultito blanquecino del niño; y cuando llega al lugar donde hacen encrucijada dos caminos, lo arredra ver venir por el que él deja, al niño animando su caballo. Facundo decía también que un solo remordimiento lo aquejaba; ¡la muerte de los veintiseis oficiales fisilados en Mendoza!

¿Quién es, mientras tanto, este Santos Pérez? Es el gaucho malo de la campaña de Córdoba, célebre en la sierra y en la ciudad por sus numerosas muertes, por su arrojo extraordinario, por sus aventuras inauditas. Mientras permaneció el general Paz en Córdoba, acaudilló las montoneras más obstinadas é intangibles de la Sierra, y por largo tiempo el pago de Santa Catalina fué una republiqueta adonde los veteranos del ejército no pudieron penetrar. Con miras más elevadas, habría sido el digno rival de Quiroga; con sus vicios, sólo alcanzó á ser su asesino.

Era alto de talle, hermoso de cara, de color pálido y barba ngra rizada. Largo tiempo fué después perseguido por la justicia y nada menos que cuatrocientos hombres andaban en su busca.

Al principio los Reinafé lo llamaron, y en la casa de gobierno fué recibido amigablemente. Al salir de la entrevista, empezó å sentir una extraña descomposición de estómago, que le sugirió la idea de consultar á un médico amigo suyo, quien, informado por él de haber tomado unaopa de licor que se le brindó, le dió un elixir que le hizo arrojar oportunamente el arsénico que el licor disimulaba.

Más tarde, y en lo más recio de la persecución, el comandante Casanova, su antiguo amigo, le hizo significar que tenía algo de importancia que comunicarle. Una tarde, mientras que el escuadrón de que el comandante Casanova a jefe, hacia el ejercicio al frente de su casa, Santos Pé-