Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/215

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
215
Facundo

de los demás la idea de la autoridad suprema de que está investido.

Juzga á los Reinafé por un crimen averiguado; pero, en seguida, manda fusilar sin juicio previo á Rodriguez, gobernador de Córdoba que sucedió á los Reinafé, por no haber obedecido á todas sus instrucciones; fusila on seguida á Cullen, gobernador de Santa Fe, por razones que él sólo conoce; y últimamente, expide un decreto por cl cual declara que ningún gobierno de las demás provincias será reconocido válido, mientras no obtenga su «exequatur». Si aun se duda que ha asumido el mando supremo, y que los demás gobernadores son simples bajás, á quienes puede mandar cordón morado cada vez que no cumplan con sus órdenes, expedirá otro en el que deroga todas las leyes existentes de la República desde el año 1810 adelante, aunque hayan sido dictadas por los congresos generales o cualquiera otra autoridad competente; declarando, además, írrito y sin ningún valor todo lo que á consecuencia y en cumplimiento de esas leyes se hubiese obrado hasta entonces.

Yo pregunto: ¿qué legislador, que Moisés ó Licurgo, llevó más adelante el intento de refundir una sociedad bajo un plan nuevo? La revolución de 1810 queda por este decreto derogada, ley ni arreglo ninguno queda vigente, el campo para las innovaciones limpio como la palma de la mano, y la República entera sometida sin dar una batalla siquiera y sin consultar á los caudillos.

La suma del poder públicon de que se había investido para Buenos Aires solo, la extiende á toda la República, porque no sólo no se dice que es el sistema unitario el que se ha establecido, del que la persona de Rosas es el centro, sino que, con mayor tesón que nunca se grita: "¡Viva la federación, mueran los unitarios!» El epíteto unitario deja de ser el distintivo de un partido, y pasa á expresar todo lo que es execrado: los asesinos de Quiroga son «unitarios»; Rodríguez es «unitario»; Cullen unitario»; Santa Cruz, que trata de establecer la Confederación perú—boliviana, unitario». Es admirable la paciencia que ha mostrado Rosas en fijar el sentido de ciertas palabras, y el tesón de repetirlas.

En diez años se habrá visto escrito en la República Argentina treinta millones de veces: «¡Viva la Confederación! ¡Viva el ilustre Restaurador! ¡Mueran los salvajes