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Facundo

su inmigración á la sombra de un gobierno simpático á los europeos y protector de la seguridad individual, habrían poblado en estos últimos veinte años las costas de nuestros inmensos rios, y realizado los mismos prodigios que en menos tiempo se han consumado en las riberas del Misisipí? ¿Quiere la Inglaterra consumidores, cualquiera que el gobierno de un país sea? Pero ¿qué han de consumir seiscientos mil gauchos pobres, sin industrias como sin necesidades, bajo un gobierno que, extinguiendo las costumbres y gustos europeos, disminuye necesariamente el consumo de productos europeos? ¿Habremos de creer que la Inglaterra desconoce hasta este punto sus intereses en América? ¿Ha querido poner su mano poderosa para que no se levante en el Sur de la América un Estado como el que ella engendró en el Norte? ¡Qué ilusión! Ese Estado se levantará á despecho suyo, aunque sieguen sus retoños cada año, porque la grandeza del Estado está en la pampa pastosa, en las producciones tropicales del Norte, y en el gran sistema de ríos navegables cuya aorta es el Plata.

Por otra parte, los españoles no somos ni navegantes ni industriosos, y la Europa nos proveerá por largos siglos de sus artefactos en cambio de nuestras materias primas, y ella y nosotros ganaremos en el cambio; la Europa nos pondrá el remo en la mano y nos remolcará río arriba, hasta que hayamos adquirido el gusto de la navegación.

Se ha repetido de orden de Rosas en todas las prensas europeas, que él es el único capaz de gobernar los nueblos semíbárbaros de la América. No es tanto de la América tan ultrajada de que me lastimo, sino de las pobres manos que se han dejado guiar para estampar esas palabras. Es muy curioso que sólo sea capaz de gobernar aquel que no ha podido obtener un día de reposo, y que después de haber destrozado, envilecido y ensangrentado su patria, se encuentra con qué, cuando creía cosechar el fruto de tantos crímenes, está enredado con tres Estados americanos: con el Uruguay, el Paraguay y el Brasil; y que aun le quedan á su retaguardia Chile y Bolivia, con quienes tiene todas las exterioridades del estado de guerra; porque, por más precauciones que el gobierno de Chile tome para no malquistarse con el monstruo, la malquerencia está en el modo de ser intimo de ambos pueblos, en las instituciones que los rigen y las tendencias diversas de su política. Para saber lo que Rosas pretenderá de Chile,