Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/21

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proverbios, encomiando a la mujer virtuosa y di- bujando, en forma clásica, la actividad y la posi- ción de la mujer. Algunas veces, por la belleza del pasaje, han llegado eruditos modernos a atri- buirlo a Lutero, atribución a que ya alude Rósler. «Una mujer fuerte, ¿quién la encuentra? En ella confía el corazón de su esposo. Ella le hace bien, y no mal, en todos los días de su vida. Abre la mano al pobre y ofrece dones al mísero. En sabi- duría abre la boca, y dulces doctrinas manan de sus labios. Encarecidamente la alaban sus hijos y publica el marido su alabanza. Mendaz es la gracia y vana la belleza; sólo tiene valor la mujer temerosa de Dios.» Con estos sentimientos hay que interpretar el cariño enternecedor de los hijos a la madre, en el libro de Tobías. La «madre de los Macabeos» se ha hecho proverbial; queda so- bre la madre de los Gracos y sobre las madres espartanas, que enviaban también a sus hijos a la muerte.

Cierto que la monogamia ideal estuvo para los judíos muy en segundo término, aun en los mis- mos patriarcas de las tribus. En la misma legis- lación mosaica está defectuosamente desarrollada. Es sabido que los reyes israelitas y judíos, David y Salomón los primeros, no se diferenciaban en cuanto al harem de los restantes soberanos orien- tales. Como en otras esferas, también aquí influ- yó no poco la prisión en Babilonia en sentido

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