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cerraba como en un triángulo la escarpada y árida colina en que descansan sus cimientos; y á su lado crecian magníficos alóes y vigorosas palmeras. De trecho en trecho, subiendo la cuesta, muros de piedra encajonaban el terreno, plantado de alcaparrones, cepas é higueras. El jardin, regado por medio de una máquina hidráulica, alimentada por el rio Tinto, tenia alguna sombra, gracias á la parra y los limoneros del paseo de verano; pero ninguna escultura, ningun artifício disfrazaba la pobreza de los discípulos de san francisco, pues hasta el pozo, que hubiera podido ser un adorno rústico, estaba en un rincon de las habitaciones accesorias. Allí no habia nada grande mas que la soledad, el reposo de la naturaleza, el recojimiento del alma y la perspectiva del inmenso Océano.

A medida que los habitantes de Palos fueron trasladándose á Moguer, y que Palos se iba transformando en una ruina desierta, los relijiosos, que ya no podian ser de ninguna utilidad para una poblacion demasiado apartada, euipezaron á pasar escaseces, y su numero á disminuir, tanto que en tiempo de la invasion francesa no habia mas de cuatro ó cinco. Entónces dicen que fué saqueada la biblioteca y destruido el archivo en que se guardaban los recuerdos de Cristóbal Colon, consagrados por la amistad del P. Marchena. En el año de 1825 existian aun cuatro frailes y á pesar de que el estado, ruinoso del edificio probaba el olvido en que yacia, se le respetaba, ó al menos la mano del hombre no contribuia á su destruccion.

Pero vino la revolucion relijiosa de 1834, y al suprimir los conventos, dió el golpe de gracia al de la Rábida. Sin embargo, parece que por consideracion á su memoria se conservó en el papel, clasificado como propiedad nacional. Mas los habitantes de los alrededores, invirtiendo el principio que dice, que lo que es de todos no es de nadie, y no puede tocarse, discurrieron que lo que es de la nacion pertenece á todos; y de veinte años