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de las Indias.

Cuasi salian de sí por contentarle, aplacarle, y regocijarle; el cual, con lágrimas los abrazaba, los perdonaba, los provocaba todos á que todo lo refiriesen á Dios; allí le recibieron toda la gente que llevaba por Almirante y Visorey é Gobernador de los reyes de Castilla, y le dieron la obediencia, como á persona que las personas reales representaba, con tanto regocijo y alegría, que será mejor remitir la grandeza della á la discrecion del prudente lector, que por palabras insuficientes quererla manifestar. Luego el Almirante, delante los dos Capitanes y de Rodrigo de Escobedo, escribano de toda el armada, y de Rodrigo Sanchez de Segovia, veedor della y de toda la gente cristiana que consigo saltó en tierra, dijo que le diesen por fe y testimonio, como él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesion de la dicha isla, á la cual ponia nombre Sant Salvador, por el Rey é por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerian segun que más largo se contiene en los testimonios que allí por escrito se hicieron. Los indios que estaban presentes, que eran gran número, á todos estos actos estaban atónitos mirando los cristianos, espantados de sus barbas, blancura y de sus vestidos; íbanse á los hombres barbados, en especial al Almirante, como, por la eminencia y autoridad de su persona, y tambien por ir vestido de grana, estimasen ser el principal, y llegaban con las manos á las barbas maravillándose dellas, porque ellos ninguna tienen, especulando muy atentamente por las manos y las caras su blancura. Viendo el Almirante y los demas su simplicidad, todo con gran placer y gozo lo sufrian; parábanse á mirar los cristianos á los indios, no ménos maravillados que los indios dellos, cuánta fuese su mansedumbre, simplicidad y confianza de gente que nunca cognoscieron, y que por su apariencia, como sea feroz, pudieran temer y huir dellos; como andaban entre ellos y á ellos se allegaban con tanta familiaridad y tan sin temor y sospecha, como si fueran padres y hijos; como andaban todos desnudos, como sus madres los habian parido, con tanto descuido y simplicidad, todas sus cosas vergonzosas de fuera, que parecia no haberse