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de las Indias.

del puerto de Mares, en la isla Juana ó de Cuba. Todos estos indios que venian con aquella india, diz que, andaban en una canoa, por ventura, pescando, y, cuando asomaron á la entrada del puerto y vieron los navíos, volviéronse atrás y dejaron la canoa y huyeron camino de la poblacion. Ella mostraba el paraje de la poblacion; traia, diz que, un pedazo de oro en la naríz, por lo cual juzgó haber en aquella oro, y no se engañó. Á tres horas de noche volvieron los tres cristianos que el Almirante habia enviado con la mujer, los cuales no fueron con ella hasta la poblacion por que les pareció léjos, ó por ventura dejaron de ir por miedo. Trajeron, empero, nuevas, que otro dia vernia mucha gente á los navíos, porque les pareció, ó supieron, que, por las nuevas que la mujer les dió, de la buena conversacion y tratamiento que le hicieron los cristianos, estaban ya no tan sobresaltados. El Almirante, con deseo de saber si habia en aquella tierra, tan hermosa y tan fértil, alguna cosa de provecho, y haber lengua de la gente, y para disponerla á que tuviesen gana de servir á los Reyes, determinó de tornar á enviar nueve hombres á la poblacion, con sus armas, bien aderezados, y con ellos un indio de los que traia de las islas, confiando en Dios y en las nuevas que habria dado la india del buen tratamiento que le habia hecho el Almirante. Estos fueron á la poblacion, que estaba cuatro leguas y media hácia el Sueste, la cual hallaron en un grandísimo valle, y toda vacía de gente, porque, como sintieron ir los cristianos, todos huyeron, dejando cuanto tenian, la tierra dentro. Era la poblacion de 1.000 casas y de más de 3.000 hombres; el indio que los cristianos llevaban corrió tras ellos dando voces, diciendo que no hobiesen miedo, que los cristianos no eran de Caniba, ántes eran del cielo, y que daban muchas cosas hermosas á todos los que hallaban. Tanto les imprimió lo que decia, que se aseguraron y vinieron juntos más de 2.000 dellos. Venian todos á los cristianos y les ponian las manos sobre la cabeza, que era señal de amistad y gran reverencia, y, cuando esto hacian, estaban todos temblando, hasta que los cristianos del todo los aseguraron.