CAPÍTULO LV.
Lúnes, 17 de Diciembre, porque hizo viento contrario recio, aunque no se alteró la mar por el mamparo y abrigo que la isla de la Tortuga hace á esta costa donde estaba, envió á pescar los marineros con redes, donde se holgaron muy mucho, con los cristianos, los indios. Tornó el Almirante á enviar ciertos cristianos á la poblacion y, á trueque de contezuelas de vidro, rescataron pedazos de oro labrado en hoja delgada. Vieron á un indio, que juzgó el Almirante ser Gobernador de aquella provincia, un pedazo, tan grande como la mano, de aquella hoja de oro, y parecia que le queria rescatar; el cual se fué á su casa, y hizo muchos pedazos pequeños de aquella pieza y cada pedazuelo rescataba; sin duda se puede creer la grande alegría que el Almirante aquí rescibió, viendo que hallaba oro para dar placer á los Reyes y cumplir con lo que habia prometido, y por lo que á él tambien le convenia. Dice aquí el Almirante, que por las cosas que obrar dellos via, y la manera dellos y de sus costumbres, y mansedumbre y consejo, mostraban ser gente más despierta y entendida que los que hasta allí habian visto. En la tarde, vino allí una canoa de la Tortuga con 40 hombres, y, en llegando á la playa, toda la gente del pueblo, en señal de paz, se asentaron, y cuasi todos los de la canoa descendieron en tierra. El Rey dicho, que estaba