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de las Indias.

se junten, haya entre ellas terrible pelea, y peligrosísimo para los que allí se hallaren, el combate. Dice aquí que la isla de la Trinidad es grande, porque desde el cabo de la Galera hasta la Punta del Arenal, donde al presente estaba, dice que habia 35 leguas; digo yo que hay más de 45, como verá el que lo quisiere ver por las cartas del marear, puesto que no tiene agora aquellos nombres escritos en las cartas, porque ya se han olvidado, y verlo hán, considerando el camino que el Almirante trujo hasta llegar allí, é por qué parte vido la primera tierra della, y de allí dónde fué á parar, y así coligirá cual llamó el cabo de la Galera, y cual la Punta del Arenal. No es de maravillar que el Almirante no tasase puntualmente las leguas de la isla, porque iba bajándola pedazo á pedazo. Mandó salir en esta Punta del Arenal y fin de la isla, hácia el Poniente, la gente en tierra para que se holgasen y recreasen, porque venian cansados y fatigados, los cuales hallaron la tierra muy hollada de venados, aunque ellos creian que eran cabras. Este jueves, 2 de Agosto, vino de hácia Oriente una gran canoa, en que venian 25 hombres, y llegados á tiro de lombarda dejaron de remar, y á voces dijeron muchas palabras; creia el Almirante, y yo así lo creo, que preguntarian qué gente eran, así como suelen los otros de las Indias, á lo cual respondieron, no con palabras, sino mostrándoles ciertas bacinetas de laton, y otras cosas lucias, para que se llegasen á la nao, con meneos y señas halagándoles. Acercáronse algo, y despues venian arredrados del navío; y, como no se quisiesen allegar, mandó el Almirante subir al castillo de popa un tamborino, y á los mancebos de la nao que bailasen, creyendo agradarles, pero no lo sintieron así, ántes como vieron tañer y bailar, tomáronlo por señal de guerra, y como si fuera desafiarlos; dejaron todos los remos y echaron mano á sus arcos y flechas, embrazó cada uno su tablachina, y comenzaron á tirarles una buena nubada de flechas. Visto esto por el Almirante, mandó cesar la fiesta de tañer y bailar, y sacar sobre cubierta algunas ballestas, y tirarles con dos ballestas, no más de para asombrarlos; los