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Historia

lo cual, debemos presuponer: Primero, que segun el Aristótel y Alberto Magno, en el II De cœœœlo et mundo, y segun Ptolomeo y todos los filósofos y astrólogos, comunmente todo el orbe juntamente es dividido con la tierra en dos partes principales, iguales, segun que la línea equinoccial lo divide en dos hemisferios, austral y aquilonar; y dicen que el austral es la cabeza y eminencia del mundo, y el aquilonar son los piés y lo bajo y cuasi sentina del mundo. La mano derecha es el Oriente, ó parte oriental donde comienza el movimiento del primer móvile, como ya se ha tocado; y la izquierda es el Occidente ó Poniente, donde va el movimiento. Esto supuesto, manifiesto es que la cabeza de todas las cosas naturales y artificiales, y áun civiles, siempre vemos ser más adornadas y de mejor hechura, y más dignas de donde procede la virtud é influencia á los otros miembros del cuerpo, en las cosas, al ménos, que viven, como una hormiga y un gusanito y en un árbol, que aunque tiene la cabeza debajo de la tierra, si aquella cabeza no tuviese vida, no la ternia todo el árbol, pues della depende al árbol el nutrimento y sustentacion con que vive, y, porque el arte imita la naturaleza en cuanto puede, vemos en las cosas artificiales tambien, que un pintor que pinta una imágen, cuanto más adorna y se esmera en hacer más perfecto el rostro y la cabeza, y el carpintero una arca, la cabeza, que parece ser la tapadera de encima, hace de mejor tabla y madera, y más dolada y limpia y labrada parece. En las civiles ó inanimadas ó ayuntamientos naturales de las gentes, tambien lo habemos experimentado y cada dia vemos, las ciudades que son cabezas de los reinos, cuanto más excelentes edificios y fuerzas, cuanto más labores y adornos tienen, cuanto más privilegiadas y ennoblecidas y exentas de pechos, cargas y servicios y derechos suelen ser por los Príncipes. Pues las civiles animadas, como entre los hombres, no es menester tardar en esto más, como veamos cuan más nobles y dignos son los que rigen, los Magistrados, los Príncipes, los Reyes, no por más sino por ser cabezas de los pueblos; por manera, que en las cosas naturales y en las artificiales, y en las civiles inanimadas y animadas, y, finalmente,