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de las Indias.

con ellos á sus pueblos, lo cual les concedieron, donde fácil cosa de contar no es, dice Américo, cuantos honores y buen tratamiento les hicieron. Estuvieron en muchas poblaciones suyas, por nueve dias, dentro de los cuales los que quedaron en los navíos estuvieron harto penados, temiendo no les hobiese la ida sucedido mal. Despues de los nueve dias, que gastaron andando por muchos pueblos, acordaron á sus navíos volverse; fué cosa cuasi increible la gente que con ellos en su compañía vino hasta la mar, hombres y mujeres; cuando se cansaba alguno de los cristianos, ellos los levantaban, y en las hamacas los traian á cuestas, como quien anda en litera, y áun con harto ménos peligro y más descanso, ellos los llevaban. Á las pasadas de los rios, que habia muchos y muy grandes, con balsas y otros sus artificios, con tanta seguridad y enjuteza los pasaban como si fueran por tierra. Vinieron con muchas cosas cargados muchos, que á los cristianos en sus pueblos dieron, como muchos arcos y flechas, muchas cosas de pluma; de papagayos gran número, de diversas colores; otros traian sus alhajas cuantas tenian para darles y dejarles cuando á sus casas se volviesen; otros, dice Américo, traian sus animales consigo; estos animales no puedo yo entender cuales fuesen. Y cuenta una cosa, entre las otras, muy admirable: que cada uno de los indios se tenia por felice, si á las pasadas de los rios que se vadeaban, pasa el cristiano en sus hombros, y aquel que más veces ó más cristianos pasaba por más bienaventurado se estimaba. Así como llegaron á la playa, que vinieron las barcas de los navíos á tomar los cristianos, y quisieron entrar en ellas, y tanta gente cargó y con tanta prisa entrar quisieran, unos primero que otros, que aína se anegáran las barcas; fueron tantos los que entraron en las barcas con los cristianos y los que iban nadando, que pasaban de mil, y daban alguna molestia con su importunidad y frecuencia á los cristianos. Entraron en los navíos y estuvieron en ellos, aunque desnudos y sin armas, dice Américo; de ver los navíos y las járcias y todos los instrumentos y aparatos de las naos, y de su grandeza, no acababan de se admirar.