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Historia

no las escribo, así por no las tener en la memoria, como por no las saber estimar por falta de caridad. Grande es la envidia que los gentiles tienen á estos nuevos convertidos, porque ven cuan favorecidos son del Gobernador y de otras principales personas, y si quisiésemos abrir la puerta al baptismo, cuasi todos se vernian, lo cual no hacemos si no cognoscemos ser aptos para eso, y que vienen con devocion y contricion de las malas costumbres en que se han criado, y tambien, porque no tornen á retroceder, sino que queden contentos y firmes. Mucho más fructo se pudiera hacer si hobiera obreros, así que mucha es la mies que se pierde por falta de segadores. Entre otras cosas, os quiero contar una de un principal desta tierra, el cual há algunos dias que pedia el agua del baptismo, y porque tenia dos mujeres no se la queriamos dar, aunque sabiamos que la una dellas no la tenia sino para se servir della; un dia con gran priesa y eficacia pidió el baptismo, al cual baptizó el padre Navarro, y de ahí á seis ó siete dias enfermó de cámaras, y se iba consumiendo hasta que cognosció que habia de morir, y dos noches ántes que muriese envió á llamar al padre Navarro para lo acompañar y enseñar como habia de morir, y decíale que nombrase muchas veces el nombre de Jesus y de Sancta María, Nuestra Señora, y él tambien decia con el padre estos santos nombres, hasta perder la habla, y, ántes que la perdiese, vistió una ropa que tenia y mandó á los suyos que le enterrasen con ella y en sagrado, como era costumbre de los cristianos, y dió el espíritu á Dios, estando el padre Navarro diciendo misa por él, por lo cual no se pudo hallar presente á su muerte. Dijo una su hermana, que se halló presente á su muerte, al padre Navarro, que le habia dicho el muerto, ántes que perdiese el habla: «hermana, ¿no veis?» y ella respondió que no veia nada, y tornándole á preguntar lo mismo, ella respondió de la misma manera, hasta que él, con grande alegría, le dijo: «veo, hermana mia, los gusanos holgando en la tierra, y en los cielos grandes alegrías y placeres, quédate enhorabuena, que me quiero ir»; y así acabó. Enterrámoslo en una iglesia que teniamos hecha para los nuevamente convertidos. Este nos ha