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de las Indias.

todos muy cansados de los continuos trabajos, faltábales la comida, que no comian sino una libra de podrido bizcocho, y un cuartillo de vino, ó de su brebaje, sino era cuando algun pescado acaso tomaban; esta era necesidad grande que padecian, y muy mayor la del Almirante, sobre quien la de los otros y la suya cargaba. Desta, dice él mismo en lo que escribió á los Reyes, desta navegacion, estas palabras: «Yo estoy tambien á la mesma razon, plega á Nuestro Señor que sea para su servicio, porque, por lo que á mí toca, no me pornia más á tantas penas é peligros, que no hay dia que no vea que llegamos todos á dar por tragada nuestra muerte.» Con estos peligros y aflicciones continuas llegó al Cabo que llamó al principio cabo de Cruz, á 18 de Julio, adonde los indios le hicieron muy buen recibimiento y luego le trujeron de su pan caçabí, y pescado, y frutas de la tierra y de todo lo que tenian, con grande alegría y placer, donde holgaron y descansaron dos ó tres dias. Y, mártes, 22 de Julio, aunque siempre con vientos contrarios, que no le dejaron volver su camino derecho para la Española, dió la vuelta sobre la isla de Jamáica; siguió la costa della por el Occidente abajo, y, yendo mirando y alabando á Dios todos de ver tanta frescura, y tan hermosa y felice tierra, vian toda la costa y tierra llena de pueblos y los puertos bonísimos, de legua á legua; seguian los navíos infinitos indios con sus canoas, trayéndoles y sirviéndoles con muchas cosas de comer, como si fueran todos sus padres y ellos hijos. Dice el Almirante, que juzgaba la gente ser muy mejores aquellos mantenimientos que cuantos hasta allí habian visto, pero cada tarde les sucedian los sobresaltos y penas de los aguaceros. Echábalo el Almirante á las muchas arboledas, y no hay duda dello; y dice, que á los principios así acaecia en las islas de Canaria, y de la Madera, y de los Azores, pero despues que fueron desmontadas y las humidades enjutas y consumidas, cesaron en mucha parte los aguaceros, y desto, en esta isla Española, tenemos larga experiencia. Encarecidamente loaba el Almirante la hermosura, y fertilidad, y frutas, y lo demas que traian los indios