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Historia

CAPÍTULO XXV.


Visto que el rio de Belem era más hondo para entrar los navíos, acordó el Almirante de entrar en él, y así, lúnes, 9 de Enero, entraron los dos navíos, y otro dia siguiente, por esperar que fuese plena mar, entraron los otros dos que pedian más agua, puesto que no crece ni mengua, con la mayor marea, más de dos palmos. Vinieron luégo los indios á contractar con los cristianos de lo que tenian, especialmente pescado, el cuál entra de la mar tan inmenso número á temporadas, que parece cosa increible á quien no lo haya visto; traian tambien oro que daban por alfileres, y lo que era de más cantidad y precio trocaban por cuentas y por cascabeles. Y como toda la fama de la riqueza de las minas, los indios atribuyesen á Veragua, el tercero dia, despues de la entrada, salió el Adelantado á la mar con las barcas, para subir por el rio de Veragua hasta el pueblo donde residia el Rey de la tierra, llamado Quibia, el cual, sabiendo la ida de los cristianos, descendió él y gentes con él, en sus canoas, á rescebirlos, el rio abajo. Llegadas las canoas á las barcas, hiciéronse todos buen rescibimiento, como si fueran hermanos. Dió el Rey al Adelantado de las joyas de oro que traia, y el Adelantado al Rey de las bujerías y rescates de Castilla, por manera, que los unos quedaron de los otros muy contentos y amigos, y volvióse con sus canoas el Rey á su pueblo, y el Adelantado con sus barcas á los navíos. El dia siguiente vino el Rey á ver al Almirante á los navíos, y como habia poco que platicar, por no entenderse las lenguas, despues de obra de una hora, el Almirante le dió algunas cosas de Castilla, y los suyos rescataron algunas joyas de oro por cascabeles, y sin muchas ceremonias se despidió, y se fué como se vino. Estando así, los