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de las Indias.

españoles muy contentos y alegres, un mártes, 24 de Enero, súbitamente vino aquel rio de Belem de avenida tan crecido, que, sin poderse reparar echando amarras á los navíos, dió el ímpetu del agua en la nao del Almirante con tanta violencia, que le hizo quebrar la una de las dos anclas que tenia, y fué á dar con terrible furia sobre uno de los otros navíos, que le rompió la contramesana, que es uno de los mástiles, y entena, donde va cierta vela, y van garrando ambas á dos (esto es llevar las anclas arrastrando), y daban los golpes y relanzaduras ó vaivenes de una parte á otra del rio, que no perderse allí todos cuatro navíos fué negocio divino. Esta súbita venida é inundacion deste rio debió ser algun grande aguacero (como los hace muchos en estas Indias), que debió llover en las montañas muy altas que están sobre Veragua, que llamó el Almirante de Sant Cristóbal, porque el pico de la más alta parece exceder á la region del aire, porque nunca se ve sobre aquel nube alguna, sino todas quedan muy más bajas, y, á quien lo mira, parece que es una ermita. Estará, por lo ménos, á lo que se juzga, 20 leguas la tierra dentro, todas de grandísima espesura. No sólo este peligro grande allí tuvieron, pero, ya que quisieran salir á la mar, que estaba de los navíos no media milla, era tanta la tormenta y braveza de la mar, que habia fuera, que no se hobieran movido del rio, cuando fueran hechos los navíos pedazos á la salida de la barra; en la cual eran tantas las rebentazones que hacia la mar, que ni las barcas pudieron salir, por muchos dias que duró, para ir á ver por la costa el asiento y disposicion de la tierra, para hacer un pueblo de españoles que el Almirante hacer determinaba, y haber nueva de las minas, que era lo que hacia á su caso. Pasados los dias destos tiempos adversos, y de afliccion harta para todos, y más para el Almirante, ya que abonanzó la mar, lúnes, á 6 de Febrero envió al Adelantado con 68 hombres por la mar, hasta la boca del rio de Veragua, que distaba una legua ó poco más, á la parte del Occidente, y fueron por el rio arriba otra legua y media, hasta el pueblo de aquel señor que dijimos llamarse