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gó la prueba privada durante otra hora, antes de la cual los examinadores juraban, por los evangelios, que no se habían puesto de acuerdo con el alumno acerca de las preguntas que le iban á hacer.

La prueba práctica de grados, se tomaba en un hospital en presencia de dos examinadores, á lo menos, en fecha y hora convenida. En dicha prueba, dicen los reglamentos [1] debe ordenarse al candidato «que tome el pulso á cuatro ó cinco enfermos y á los más que pareciere á los examinadores, y le preguntarán lo que ha entendido de cada enfermo, y de la calidad de la enfermedad, si la tiene por liviana, peligrosa ó mortal, y las causas y señales que para ello haya, y, al fin, que piensa atender para el remedio y cura de tales enfermos, y de que medicinas piensa usar, y lo más que les pareciere. »

Los examinadores debian ser médicos, pero á falta de algunos de estos, cualquier otro doctor universitario prefiriéndose los de teología. Consta de los archivos correspondientes la siguiente certificación respecto del exá,en del Dr. Rios: «Y concurrieron á su exámen el Dr. Ignacio de Jesús Zambrano, cadedrático de Prima de dicha facultad, y los Doctores Revdo. Padre Lector jubilado fray Jacinto de Fuenzalida del Orden de mi Padre San Francisco, catedrático de Sutil Scotto, y don Francisco Aguilar y Olivos, doctor en sagrada Teología, Cánones y Leyes.—El Bedel Mayor

En cuanto á los sistemas de enseñanza no se había adelantado bastante en el siglo XVIII.

En la clase de Prima que debía durar una hora y media, diariamente, se leía y estudiaba á Hipócrates, Galeno y Avisena, según pragmática de Felipe III.

Después se acostumbró que el mismo profesor eligiese los textos, y que disertase y discutiese los temas, debiendo los alumnos copiar todo lo dicho, en la misma clase.

En los exámenes, se preguntaba especialmente sobre «las partes naturales, de las fiebres, de locis affetis, morbo et sinthomathe, de crisibus, urinibus, pulsibus, sanguinis, misione, et expurgationes...etc y de los demas temas que les pareciere, que todas estas materias se leen en los cuatro años de oyentes, y se ejercitan en la práctica de los dos años, con que vendrán á ser muy buenos especulativos y prácticos de las materias que importa saber: y no preguntar siempre una misma cosa sino diferentes, para obligarlos á que no sabiendo lo que se les ha de preguntar, procuren ir prevenidos en todo.» [2]

  1. Novísima Recopilación etc.—Ley VIII—Lib. 8, tít. X.
  2. Id, id.