Página:Julio Cortázar y el relato fantástico.djvu/36

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mantiene siempre al margen representa al mismo tiempo una fusión - con connotación erótica y religiosa -, una unión del público con el músico y de los miembros de la multitud entre si, cuya “fraternidad en la admiración”(M,47) genera el “sentimiento colectivo que envolvía la sala"(M,49). Como en el baile al que asiste Celina en “Las puertas del cielo", donde “los monstruos se enlazan con grave acatamiento, pieza tras pieza giran despaciosos sin hablar, muchos con los ojos cerrados gozando al ■n la paridad, la completación” (PC,130). Según Georges Bataille“ las experiencias artisticas, eróticas y religiosas pueden representar diversas formas de pasaje de lo discontinuo a lo continuo y dan cuenta dela nostalgia de una continuidad perdida y del deseo de eliminar la individualidad perecedera. Al mismo tiempo, el elemento de destrucción- fusión que está presente en los fundamentos del erotismo justi■ca una seme- janza entre el acto de amor y el acto de sacri■cio. En este plano, la experiencia de la multitud representa, tanto en “Las puertas del cielo" como en “Las ménades", la posibilidad de un pasaje transformador que lleva a la disolución de la individualidad, a la indistinción en la totalidad, al abandono de la categoría Iimitadora de sujeto. En “Las puertas del cielo” el narrador relata sus observa- ciones sobre Celina en el baile: “yo la había visto trans■gurarse al entrar” (PC,132), “la felicidad la transfonnaba de una manera atroz” (PC,136), “Me quedó inteligencia para medir la devastación de su felicidad, su cara arrobada y estúpida en el paraíso al ■n logrado (...) Nada la ataba ahora en su cielo sólo de ella, se daba con toda la piel a la dicha y entraba otra vez en el orden donde Mauro no podía seguiría. Era su duro cielo conquistado, su tango vuelto a tocar para ella sola y sus iguales...” (PC,136). En “Las ménades" se acentúa la connotación erótica y sagrada de la experiencia de la multitud. La chica de las convulsiones lanza “un grito seco y breve como de espasmo amoroso o de histeria” (M,51) que coincide con “el éxtasis de la tragedia” de la Quinta de Beethoven. Luego, “los primeros aplausos, sobre la música, incapaces de retenerse por más tiempo, como si en ese jadeo de amor que venían sosteniendo el cuerpo masculino de la orquesta con la enorme hembra dela sala entregada, ésta no hubiera querido esperar el goce viril y se abandonara a su placer entre retorcimientos quejumbrosos y gritos de insoportable voluptuosidad” (M,52). 38 La “confusión”(M,56) que ve el narrador de “Las ménades" y de la que se