Página:La Condenada (cuentos).djvu/105

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existencia un bruto de la montaña, a quien iban a ejecutar de un momento a otro, por un sinnúmero de asesinatos. Era un chocar de cadenas que parecia el ruido de un montón de clavos y llaves viejas, y de cuando en cuando, una voz débil repitiendo: «Pa.. .dre nuestro, que es...tás en los cielos... San.. .ta Maria», con la expresión timida y suplicante del niño que se duerme en brazos de su madre. ¡ Siempre repitiendo la monótona cantilena, sin que pudieran hacerle callar! Según opinión de los más, quería con esto fingirse loco para salvar el cuello; tal vez catorce meses de aislamiento en un calabozo, esperando a todas horas la muerte, habian acabado con su escaso seso de fiera instintiva.

Estaba Yáñez maldiciendo la injusticia de los hombres que, por unas cuantas cuartillas, emborronadas en un momento de mal humor, le obligaba a dormirse todas las noches arrullado por el delirio de un condenado a muerte, cuando oyó fuertes voces y pasos apresurados en el mismo piso donde estaba su departamento. -No: no dormiré ahi - gritaba una voz