Página:La Condenada (cuentos).djvu/180

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siera: estaba acostumbrado; pero ¿hablar de su novia?... ¡Cristo!

El trabajo resultaba aquella noche más lento y fatigoso. Pasaban las horas sin que adelantasen gran cosa los brazos torpes y cansados por la fiesta, a los que la masa parecía resistirse.

Aumentaba el calor; un ambiente de irritación se esparcía en tomo de los panaderos, y Tono, que era el más furioso, se desahogaba con maldiciones. Así se volviera veneno todo el pan de aquella noche. Rabiar como perros a la hora que todo el mundo duerme para poder comer al día siguiente unos cuantos pedazos de aquella masa indecente. ¡Vaya un oficio!

Y, enardecido por la constancia con que trabajaba el Menut, la emprendió con él, volviendo a sacar a ruedo la belleza de su novia.

Debía casarse pronto. Les convenía a los amigos. Como él era un bendito, un cualquier cosa, sin pelo de hombre siquiera... Los compañeros, ¿eh?... Los buenos mozos como él harían el favor...

Y antes de terminar la frase guiñaba