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¿Y tú, Dios de los mares, ese cargo
Sobre tí tomas? el refran ignoras
Que dice que el que abona á un bribonazo...
Basta; pero si al verse ya sin trabas
La deuda niega ¿yo contigo qué hago?
En su lugar te envolveré en mis redes?
—Si niega yo por él sufriré el fallo,
Le responde Neptuno; á tal palabra
Vulcano al fin contesta : Ya acusarlo
No puedo, que á tí no hay como resista
Y es mi deber dejarte sin enfado.
Cesa y luego las redes quedan rotas
Y vénse los amantes libertados.
Marte á esconderse en Tracia va corriendo;
Vénus á Chipre vuela y va de Pafos
A los poblados selvas, á gozarse,
Los aromas é inciensos respirando
Que allí siempre en su culto estan ardiendo.
Las Gracias la prodigan süaves baños;
Con divinas esencias la embalsaman
Y la procuran siempre mas encantos.»
Ulises, al oïr estas canciones
Complacido en el rostro se mostraba,
Pero los Facios, en el mar tan duchos,
Con insólitas risas las loaban.
A sus hijos, Laodamio y Halio, llama
[1]Alcinó y que bailen les impone;
Nadie á juntarse á ellos se atreviera:
Primero toman un balon de grana
Que el uno, hácia atras vuelto, al aire empuja,
Mientras saltando el otro le detiene
Y le recoge antes que al suelo llegue.

  1. El baile ha estado en uso en todos los pueblos, hasta en los mas salvages. Los Egipcions, los Hebreos y los Griegos los usaban en sus actos religiosos, como nos lo enseña la Biblia al tratar de David. Los primeros obispos cristianos conducian el baile de los monaguillos, y esta costumbre duró hasta el sigo XII.