Página:La Primera República (1911).djvu/154

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Tiempo, reparador solícito de las desdichas humanas. Añadiré, para tu total conocimiento del personaje, que además de bueno, misericordioso y caritativo en grado heroico, es Figueras un romántico hasta la médula de los huesos; romántico digo, como tú, y como tú gustoso de la variedad de los afectos que más halagan al hombre. Antes de su viudez se prendó de una bella señorita, y viudo ya y enlutado, el Presidente del Poder Ejecutivo rondaba la casa de la damisela, y acechaba en la esquina próxima para verla entrar o salir. Pasión ardiente prendió en aquel hermoso corazón que en todo ha de ser grande. Ni sus canas ni sus deberes políticos le contenían en el violento retorno a la edad juvenil. ¿Qué quieres que te diga, Tito? Yo admiro a Figueras tal como es, sin meterme a dilucidar si sus extravíos son aciertos, o sus errores cualidades excelsas. En él todo me parece bueno...

»Si ahora me preguntas qué influencia tuvieron estas que algunos llaman debilidades en la fuga del Presidente, te diré que lo ignoro. No tuve bastante intimidad con él para desentrañar el misterio psicológico de su deserción. Quizá sintió el hombre con extraordinario ardor el ansia de libertad; tal vez su alma vio en la libertad individual un bien altísimo y soberano, superior a cuantas satisfacciones podía darle la vida política en un país ingrato, voluble, predestinado a ser eterno juguete de la tiranía o de la demagogia».

Las últimas frases del cuento de Estévanez