éstos y aquéllos, que desamparando la luz eterna se convirtieron en tinieblas, Dios al principio dividió y puso distinción; prosigamos, pues, con su divino auxilio lo comenzado, y declarémoslo según alcanzaren nuestras débiles fuerzas.
CAPÍTULO XXIX
Por cuanto los santos ángeles no tienen noticia de Dios por medio de palabras, sino por la misma presencia de la inmutable verdad, esto es, por el Verbo unigénito del Padre, y asimismo del Verbo del Padre y del Espiritu Santo; que ésta es una Trinidad inseparable, que cada persona de por sí en ella es una substancia, y que, sin embargo, todas tres no son tres Dioses, sino un sólo Dios, lo saben de tal suerte, que lo conocen mejor que nosotros nos conocemos á nosotros mismos, y aun á la misma criatura la conocen mejor allí, esto es, en la divina sabiduría, como en el arte ó idea con que fué criada, mejor digo, que en sí misma, y, por consiguiente, á sí propios; mejor allí que sí en propios, aunque también se conocen á si en sí mismos, porque son criaturas y un ente distinto de aquel que los crió. Allí, pues, se conocen como con un conocimiento diurno, pero en sí propios, como con un conocimiento vespertino, según dijimos ya: porque hay mucha diferencia en que se conozca un objeto en la forma y razón, según la cual fué criada, ó en sí propia; así como de un modo distinto se sabe la rectitud de las líneas ó la verdad de las figuras