Página:La música como develadora del sentido del arte en Marcel Proust.djvu/106

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

Miguel Angel pintando los frescos de la Capilla Sixtina, había muerto hacia bastantes años. Pero le fue dado, por su música, continuar por tiempo ilimitado “al menos una parte de su vida”. ¿Pero de qué vida se trata? Esta pregunta se enlaza con aquella otra que su obra había provocado anteriormente: la de si el arte es cuestión solamente de habilidad. Proust comenta que si el arte no fuera más que una prolongación de la vida de hombre de un artista, sería discutible que valiese la pena sacrificarle algo, porque, entonces, el arte sería tan irreal como la vida misma. Pero nuevamente, se presenta a consideración la realidad del arte y la respuesta es que, escuchando mejor aquel septeto, no habia posibilidad de pensar en la irrealidad del arte, y en una mera prolongación de la vida de hombre, superficial y social. Nuevo refuerzo de la hipótesis antimaterialista por la música. Vuelven a establecerse diferencias entre la sonata ("blanca") y el septeto ("rojeante”), entre ‘la timida interrogación a la que responde la pequeña frase” y “la súplica ansiosa para que se cumpliea la extraña promesa, que tan agria, tan sobrenatural, tan breve habia resonado, haciendo vibrar el rojo inerte todavia del cielo matinal sobre la mar”. La súplica es sobrenatural, porque se liga a la promesa del recuerdo, de la supervivencia, de Ia realidad, de la eternidad, pero reparamos en que se mantiene como interrogación y la respuesta es una promesa, no una certidumbre. Sin embargo, la experiencia estética musical es tan fuerte y se pone su misma realidad a favor de la promesa, que ésta queda reforzada por el modo de ser de la obra maestra, de la cual el héroe tiene una experiencia. Sin embargo, se insiste en que los mismos elementos. componen las dos frases de las dos obras. Luego se pasa de esta cuestión al terreno estructural: así como hay un universo perceptible en forma dispersa en diversos museos, que constituyen el universo de Elstir, hay también un universo de Vinteuil, insospechado y fragmen- tado por las lagunas que dejan entre si las condiciones de sus obras. Es decir que la unidad estética pasa de la primitiva idea de la obra cerrada, a la serie de obras, que conforman un universo artistico, coronadas y regidas por la obra maestra, y conocidas a través de las diversas ejecuciones, separadas temporalmente. Es asi, que la distancia que separa las audiciones de una obra y de diversas obras, que a veces tardan en ser conocidas, adquiere una importancia temporal, ligada al olvido, al no ser, a las malas interpretaciones. Y las nuevas audiciones de una obra, o el descubrimiento de otras obras, son también como resurrecciones y reminiscen- 107 conduce al oyente, jubilosamente al hallazgo. Vinteuil, que es comparado con