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Página:La media naranja 2.djvu/27

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La media naranja

muerte. Antes que tú hagas lo mismo, te suplico que leas ese papel, donde consigno mi última voluntad. Voy á entregarte mi vida.

Clara, llena de asombro, le vió apurar la copa como quien bebe lo que en realidad bebia, un vaso de agua. Al acabar la última gota, Gonzalo, con imperioso acento, dijo á Clara: lee.

Clara leyó los siguientes renglones:

«Declaro al mundo y á la justicia que voluntariamente me doy la muerte con veneno á los pies de Clara de Monte Real, á quien adoro y por quien muero contento, ya que no puedo merecer su amor.

»Que nadie la culpe, y que la justicia no la acuse, pues es inocente de mi muerte, y ella misma ignorará que estoy envenenado hasta verme caer á sus pies, en la primera y última entrevista que he tenido con esta mujer.

»Que ella y el mundo me perdonen.

»Soy poeta y amante, y Clara es mi amor y mi ideal.

»Yo la bendigo al morir por ella.

»Adios!....

Gonzalo de Aguilar y Wolf.»


Al levantar Clara sus divinos ojos arrasados de lágrimas hacia Gonzalo, vió que, durante su lectura, éste se habia apoderado de la otra copa, y que al terminar ella la carta, él arrojaba el contenido de la copa al suelo, exclamando con delirante pasión:

— Clara mia! tú no debes morir! ¡He vertido esta copa porque no quiero que tú mueras! Guarda esta carta, que te salva de toda responsabilidad, y cuando la muerte se apodere de mí, después de gozar tus ansiadas caricias, llama, y dí que soy un loco que muero por tus desdenes. Salva así tu honra y tu vida, y déjame á mi solo morir de amor en tus queridos brazos.

— Ven á ellos, hombre sublime y generoso! — dijo Clara abriendo sus brazos, en los que se precipitó Gonzalo. Ven á ellos, sí; pero no para morir, Gonzalo, porque no estás envenenado; no es más que agua clara lo que has bebido. Ven; no á morir, sino á vivir para siempre en mis brazos, sobre mi pecho enamorado. Has bebido sólo agua, pero tú no sabías que te he engañado, para ver si hay un hombre capaz de morir por mí, capaz de sacrificarme todo. Necesitaba ver para creer; tú me has curado del tormento