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tan pequeño, tan débil como el negrito, pudiera imponerse al señor Sholto y dominarlo mientras usted trepaba por la cuerda?

Por la manera como usted habla, señor, parece que se hubiese encontrado en el lugar.

La verdad es que yo no esperaba encontrar á nadie en el cuarto. Conocía bastante bien las costumbres de la casa, y sabía que esa era la hora en que el señor Sholto bajaba á comer. No tengo intención en guardar secreto sobre los pormenores del asunto. Mi mejor defensa será decir sencillamente la verdad. Aseguró, sí, que, si se hubiese tratado del viejo, del mayor Sholto, habría tenido el placer en descalabrarlo, y para coserlo á puñaladas no habría dudado tanto como para fumarme este cigarro. Pero mi maldecida suerte quiso que tuviera que habérmelas con el joven Sholto, con quien nunca tuve motivos de disgusto.

—Usted está á cargo del señor Athelney Jones, de Scotland Yard, quien va á conducirlo á mi domicilio para que allí me haga usted una relación verídica de los hechos A usted le conviene decirme toda la verdad, pues yo puedo serle útil si veo que no me engaña. Estoy en situación de probar que el efecto de ese veneno es tan rápido, que momentos antes de que usted llegara al cuarto ya Sholto había muerto.