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»hubiera cogido de las ropas y arrastrado á la »orilla.

» Cinco meses estuve en cama, y cuando por »fin pude levantarme, con ayuda de esta pata »de palo añadida á mi pierna, había sido dado de »baja del ejército por inválido, y no sabía para »qué podría servir.

»Como usted puede imaginarse, en ese tiempo » no me sonreía la suerte. Aun no había cumpli»do veinte años, y ya me creía inservible; pero »pronto me convencí de que mi infortunio no era »más que una bendición del Cielo, disfrazada.

»Un hombre llamado Abel White, que había »llegado al país para ocuparse del cultivo del »añil, necesitaba un capataz que vigilara á sus »peones en el trabajo. Era amigo de nuestro »coronel, el que se interesaba por mí desde mi »accidente; y, para acortar la historia, baste »con decir que el coronel me recomendó empe»ñosamente para ese empleo, que yo podía des»empeñar sin que mi pierna de palo fuese un »obstáculo, pues se trataba de estar siempre á »caballo; el pedazo de pierna que me quedaba »me servía suficientemente para sujetarme en »la silla.

» Lo que tenía que hacer era recorrer los cam»pos á caballo, vigilar á los trabajadores y pasar »una lista de los perezosos. El sueldo era bueno,