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II

Explicación del caso.

La señorita Morstan entró en el cuarto con paso firme y maneras dignas, pero sin afectación. Era joven, rubia, pequeña, cuidadosa de su persona, llevaba guantes irreprochables y estaba vestida con el gusto más perfecto. La sencillez y economía de su traje sugerían, sin embargo, que los medios de subsistencia de la persona eran limitados. El vestido era de tela gris habano, sin bordados ni adornos, y el tocado un pequeño turbante del mismo color obscuro, adornado apenas por una sospecha de pluma blanca, en un costado. La cara no lucía por la regularidad de las facciones ni por la belleza del cutis; pero su expresión era dulce y amable, y los grandes ojos azules, singularmente espirituales, inspiraban simpatía.