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M — 95 Ah! ¿La otra persona?—preguntó Athelney Jones con burlona voz, pero no por eso menos impresionado por la precisión del lenguaje de Holmes.

—Es una persona bastante rara— contestó éste, girando sobre sus talones.—Espero poder muy pronto presentarle á usted el par. Una palabra, Watson.

Y me llevó afuera, hasta cerca de la escalera.

Este suceso—me dijo,—nos ha hecho perder de vista el objeto original de nuestra venida aquí.

—Estaba precisamente pensando en eso—le contesté. No me parece bien que la señorita Morstan permanezca en esta lúgubre casa.

—No. Acompáñela usted. Vive con la señora Cecil Forrester, en Camberwell Bajo, no muy lejos de aquí. Yo lo esperaré á usted. ¿O tal vez está usted muy cansado?

—De ninguna manera, y me parece que me sería imposible descansar antes de descubrir más pormenores de este fantástico asunto. En el curso de mi existencia he visto bastantes cosas, á veces no poco raras, pero le doy á usted mi palabra de que la sucesión de sorpresas tan extrañas que hemos experimentado esta noche, me ha trastornado por completo. Y ahora, que ya