Página:Los Césares de la Patagonia.pdf/219

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Cumpliendo las instrucciones del virrey, Menéndez siguió el curso del Limay para reconocer la nación de los aucahnincas, que según la fama había en sus orillas y que ahora confirmaba el cacique; pero conforme iba avanzando, la indiada crecía á su alrededor en actitud hostil. Nuestro viajero vió á dos mestizos de Buenos Aires, vestidos de indios que, para no ser conocidos, iban pintados, y tan á gusto estaban allí, que por más proposiciones que les hizo para que se reincorporaran, no le hicieron caso, y "éstos suelen ser los peores—escribe sentenciosamente Menéndez en su diario—, porque ya que ellos se ven perdidos, procuran perder á los demás".

Aquel Chulilaquin que vimos en el viaje de Villarino, se encontró ahora también con Menéndez. Venía muy poderoso, y dándose aires de gran señor y amigo de los españoles, aconsejó á los expedicionarios que dieran media vuelta si no querían tener un disgusto. Menéndez celebró consejo de guerra con los oficiales de su columna y todos fueron de parecer que era preciso la retirada, porque los indios se multiplicaban y los que tenían por amigos no sabían si lo eran de veras. Menéndez, sin saberlo, había efectuado el enlace con el punto adonde llegara Villarino en su salida por el lado opuesto de