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¡Mas pueden, sí, las férreas bordonas de mi lira,
Pulsadas por la mano convulsa de la ira,
Hender, Cárlos, los aires con fiera vibracion,
Y enviar hasta los llanos, en que gloriosa y rota
Cayó tu noble espada, en cada ruda nota
A tus verdugos viles mi justa maldicion!


Y no alzes, como el Cristo, la mutilada frente
Pidiendo generoso, con voz desfalleciente,
Para los tigres fieros el bíblico perdon;
Malditos los que hundieron en tu lozano cuello
La daga ya mellada, el hierro del degüello,
Tornando con tu sangre mas rojo su pendon!


¡Sí! ¡Vibre desde el Plata hasta los mas lejanos
Confines de la Patria, hasta los mismos llanos
Cuya verdor tu sangre preciosa enrojeció,
La maldicion que lanzan los pechos arjentinos
Sobre esa turba aleve de frios asesinos
Que ni en el héroe al niño siquiera respetó!


¡Cobardes! ¿Le buscasteis en medio á la batalla,
Allí, donde zumbaba furiosa la metralla
Que acaso vuestra sangre con su silbido heló?
¿Porqué de vuestros chuzos la punta ensangrentada
Probar allí no quiso el temple de esa espada
Que acaso en vuestra espalda, malvados, se quebró ?