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Una colectividad española que no estaba dirigida por persona realmente competente en todos los asuntos de la filología románica, que en España sólo ha nacido en el último decenio del siglo pasado, podía equivocarse en su criterio más fácilmente que un solo hombre relativamente bien preparado. Así se comprende por qué actualmente los diccionarios más completos y más útiles para el lector culto que busca la explicación de una palabra desconocida que encuentra en sus lecturas, son el Pequeño Larousse ilustrado, y sobre todo, el Diccionario de la lengua española publicado bajo la dirección de don José Alemany y Bolufer (Barcelona. Ramión Sopena, editor, 2 edición, 1920).

Desde que don Ramón Menéndez Pidal, el padre de la filología románica en España, reconocido como uno de los mejores filólogos del mundo, ha llegado a ser director de la Real Academia, es de esperar que se cambien definitivamente los rumbos de esa corporación en favor de la ciencia moderna.

§ 13. El grave problema para la lengua castellana está en la cuestión de si será posible mantener la unidad del idioma literario en veinte naciones distintas. Muchos autores han insistido en la semejanza histórica entre la expansión del imperio romano en Europa y las costas del Mediterráneo, y la conquista y colonización de América por los españoles, y se ha dicho que así como el latín vulgar llevado a las colonias romanas perdió su unidad y se transformó entre el año 300 y el 800 después de Jesucristo en media docena de lenguas distintas románicas con sus innumerables dialectos, así también será natural que el español en América se disuelva en idiomas diferentes que, tarde o temprano, llegarán a ser mutuamente incomprensibles [1].

  1. Véase por ejemplo: R. Lenz, Beiträge zur Kenntnis des Amerikanospanischen, en Grübers Zeitschrift für Romanische Philologie, XVII. páginas 188-214,