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quizás de lo que debiera ser, hubiéramos llegado a amarle; pero enemigo de mi Dios, debe ser también enemigo mío.

Viendo yo que alma preciosa e ilustrada se condenaba irremisiblemente si yo, faltando a la caridad cristiana, no me dignaba instruirle en la verdadera religión, hacer penetrar algunos rayos de luz dentro de aquella inteligencia oscurecida, hice el firme propósito de convertirle, darle parte de las verdades de que rebosaban mi inteligencia y mi corazón.

Y así, aprovechando un día en que él estaba muy triste, me acerqué a él, dispuesto a discutir con él para traerle al buen camino. Cuando las aflicciones descienden al alma, es señal de que Dios quiere prepararle para las cosas buenas. O como diría un gran predicador dominico que me embelesaba en mi niñez: "Cuando la fresca lluvia de las celestes lágrimas cae sobre el árido terreno del estéril corazón del alma, las gotas de la gracia fecundan el suelo que el calor del infierno ha secado y entonces el sembrador de la Iglesia puede plantar en aquellos regados surcos la divina semilla de los mandamientos de nuestra Sta. Madre, la Iglesia."

Yo ya me recreaba con la idea de que iba a convertir a un gran hombre, por lo que mereceré se me perdonen mis pecados: así que encontrándole un día pensativo en su jardín me acerqué a él con la idea de llevarle a una discusión teológica.

¡Ah! exclamó al verme con su natural afabilidad. Viene V. muy a propósito; vea V. en este injerto como ha obrado aquí la naturaleza… es casi admirable.

Y se puso pensativo.

—Dios, querrá V. decir —me apresuré a rectificar su frase.

—Dios o la naturaleza, amigo mío, me es igual —contestó con una triste sonrisa. Sabe V. muy bien que una de las muchas acepciones que dan los escolásticos a la palabra natura es Deus. Por lo demás yo no me meto a buscar si es Dios mismo quien obra ahí o la naturaleza ordenada por Dios. Pero dejemos esto que es una cuestión árida y nada sacaríamos en claro: hablemos de V.

No, no, —dije yo— al contrario hablemos sobre esto; es una conversación que me gusta mucho porque me entera de muchas cosas y me confirma en mis creencias.

Se sonrió tristemente y repuso:

—Cuénteme V. algo de su país, tengo tantos deseos de ver, y, sin embargo, me parece que moriré sin haberlo visto. A mi edad…