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MADRID[1]


"Cuando en un país del Norte de Europa alguien os quiere hablar de España, Vd. no oirá sino tristezas y nostalgias hacia el bonito cielo azul, las brisas perfumadas y saturadas, las hermosas mujeres de ojos negros, profundos y ardientes con sus mantones y su abanico, siempre llenas de gracia, de fuego, de amor, de celos y a veces de venganza. Eso es verdad, porque siempre hablamos de lo que se ha perdido, de lo que no se ve más; se siente y se envidia siempre el bien de otros. Es verdad que el cielo de España es de azul transparente, aún en el invierno cuando hace terriblemente frío; sí que las brisas son perfumadas, sobre todo en Valencia, en Andalucía, solamente que el perfume no es siempre exquisito, agradable. Es verdad también que las mujeres son bellas, apasionadas de un espíritu inocente, natural y gracioso, que han nacido para amar, que viven para amar y que se mueren porque han amado, eso es verdad. Uno se fija en todo eso cuando está dentro de un país cubierto de nieve, cuando uno no oye más sino una lengua dura, ruda lastimando el oído, cuando uno siente el frío que le penetra hasta la médula, cuando uno ve muchachas altas, rubias, bellas, pero formales, sin una sonrisa en los labios, sin chispa en las pupilas, andando más o menos como los hombres, con ese paso rápido apurado del que va a los negocios o a la fábrica. Pero al lado de esta poesía de la Naturaleza que cría la rosa con su tallo espinoso y las flores más bellas con su perfume envenenado para el que osara respirarlo, cautivado por sus bellos colores, Vd. encontrará también en España cosas que le harán sentir nostalgias por los países del Norte cuando Vd. esté allá. No le hablaré de aquellas partes de Andalucía que no conozco sino muy poco, porque no pasé allí más que unos cuanto días; si me atreviera a describir su clima o sus costumbres, no diría más que disparates, exageraciones o hechos


  1. El original en francés aparece en el apéndice pág. 337.
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