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Página:Prosa por José Rizal (JRNCC, 1961).pdf/96

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por los indios, ofrece a nuestra corporación una hacienda para que los padres no se mueran de hambre y vivan con alguna comodidad. ¿Qué le respondo?

(El teléfono lo transmite al convento de agustinos.)

—¡Jesús! ¡Jesús! ¡Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal! ¡Dios nos libre de toda tentación! —exclaman todos los frailes al oir la noticia, se caen de rodillas y se tapan los oídos.

—¡Señor! ¡Señor! —gime el provincial dándose golpes de pecho de veras y no así como quien quiere embaucar a los fieles para hacer cuartos.— ¡Yo he perdido el alma de Salvadorcito enviándole de procurador a Madrid. ¡El tan bueno, tan humilde, tan sencillo, tan ingenuo, tan poco charlatán, tan casto, tan cándido cuando estaba aquí! ¡Ahora se ha perdido! ¡Hacernos esas proposiciones… tan pecaminosas! ¡Ay! ¡ay! ¡ay! Domine, quare dereliquisti eum? Señor, ¿por qué le has abandonado?

Y todo S. Agustín gimiendo y todos los frailes dándose golpes de pecho y azotándose unos a otros para hacer penitencia y traer al buen camino el alma de Salvadorcito Tont.

Y en Madrid se oye (por teléfono) toda la consternación del convento de S. Agustín. Y Salvadorcito Tont, en su aire cándido de buen muchacho, exclama:

—¡Si habrán encarcelado a todos mis hermanos por no leer los libritos que contra ellos publican los indios, insultándoles con la aprobación eclesiástica!2 Después de todo, ¡está bien hecho! ¿Quién les manda contestar y replicar?

—A nosotros los imitadores y ministros de Cristo, si nos insultan en los libritos, nos deben obligar que los leamos, sobre todo si tienen indulgencias, y nos deben prohibir que contestemos o nos defendamos. Para eso tenemos voto de soberbia… Inmediatamente me voy al Ministro para pedirle mande azotar a cualquier sacerdote de mi religión que por orgullo no diga a todo amén y acate la verdad. Así verá que aunque soy un simple, no me falta amor a la Justicia…

Y busca sus zapatos agujereados, porque los que lleva puestos no tienen suelas. El buen agustino tiene que