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QUO VADIS

cuantas barracas de madera?—dijo Nerón dirigiéndole una desdeñosa mirada.—Estás perdiendo el criterio y la iniciativa, Tigelino; y veo además que no atribuyes gran valor á mi talento, ni al mérito de mi «Incendio de Troya», si juzgas que cualquier sacrificio estaría á mayor altura que él.

Esta respuesta dejó confundido á Tigelino; pero Nerón, cual si deseara cambiar el tema, repuso después de un momento: —Está pasando ya el verano. ¡Qué malos olores ha de haber al presente en esa Roma! Y sin embargo, es necesario que allá volvamos para asistir á las fiestas estivales.

Tigelino entonces dijo: —¡Oh, César! Cuando se hayan retirado los augustianos, permite que hable contigo un momento á solas.

Una hora después, yendo Vinicio con Petronio de vuelta de la casa del César, dijo Vinicio al árbitro: —Estuve un momento lleno de alarma por tu causa.

Pensé te hubieras embriagado y te vi próximo á una irremisible ruina. Recuerda que estás jugando con la muerte.

—Esa es mi arena,—contestó Petronio con aire negligente, y me causa complacencia el sentir que soy en ella el mejor gladiador. Ya ves cómo concluyó aquello. Mi influencia ha aumentado mucho más desde esta noche. Me enviará sus versos en un cilindro, el cual—pronto estoy á apostarte—ha de ser inmensamente rico y á la vez de un gusto inmensamente malo. Y mandaré á mi médico que guarde en él los purgantes.

Tengo además otra razón.Tigelino, al ver el éxito que alcanzan esta sutilezas, que estoy seguro tratará de imitarme y ya me imagino lo que sucederá entonces. En el momento mismo en que aventure alguna frase chispeante, será como si un oso de los Pirineos se pusiera á bailar sobre una cuerda, y yo iré como Demócrito.

Si quisiera, podría causar la ruina de Tigelino, substituirlo en el cargo de prefecto de los pretorianos y tener al